
Las calles de Adrogué resuenan con el eco de un tiempo perdido, donde Borges deambuló entre patios de mármol, zaguanes en penumbra y álamos que susurran versos al viento. En esta ciudad dormida en la bruma del recuerdo, el escritor halló refugio en su infancia, en los sueños que luego serían literatura. Adrogué fue su Aleph secreto.