El reciclaje como legado y el desafío de transformar residuos en un futuro sustentable

“Lo que para muchos es basura, para nosotros es recurso industrial”, afirmó Eugenia Roig, Directora Ejecutiva de Amiplast.

REGIÓN23/07/2025
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Por Gabriel Ríos Malan/ www.serindustria.com.ar, especial para Capital 24

En Argentina, el reciclaje aún no es política de Estado. Sin embargo, una empresa familiar sigue apostando por transformar residuos en recursos. Con una visión de sustentabilidad admirable, Amiplast nació en 2006 de la mano de tres amigos: Rolph Jojanes, Ronald Marguliz y Óscar Roig. Los unió la convicción tan simple como disruptiva de entender que el plástico no es el enemigo si se lo trata con responsabilidad, para convertirse en referencia nacional.


Casi dos décadas después, desde la región capital bonaerense, la compañía procesó más de 110.000 toneladas de residuos plásticos evitando que terminen en los ríos, los basurales o el océano. Eugenia Roig, arquitecta y Directora Ejecutiva de la empresa radicada en Ensenada, sostiene que “lo que para muchos es basura, para nosotros es recurso industrial”.


La historia de Amiplast está atravesada por el compromiso intergeneracional. Eugenia se sumó formalmente al proyecto cuando irrumpió el COVID- 19. “Mi padre me recordó que 80 familias dependían de nosotros. Cuando me sumé, en la Pandemia, bastaron dos semanas para comprender que tenía razón”, reflexionó.


En ese momento, la empresa atravesaba uno de sus momentos más difíciles, pero la resiliencia familiar volvió a ser clave. “Queremos ser sustentables, pero sin recicladoras no hay reciclaje. Hay colegas que ya cerraron o se reconvirtieron. Y sin nosotros, los residuos plásticos terminan en los ríos, en basurales o en el océano”, señaló y advirtió la dura situación que atraviesa el sector que no logra recuperarse de un 2024 negativo.


A diferencia de otros recicladores que optaron por bajar las persianas, la empresa redobló su apuesta por la tecnología, la trazabilidad y el respeto del medio ambiente hasta alcanzar la certificación internacional de Empresa B y otros reconocimientos . 


Cuenta con un laboratorio propio que garantiza la homogeneidad y seguridad de sus productos. “En la industria del reciclaje, cada lote es diferente. El laboratorio es esencial para asegurarnos de que el material que producimos cumpla con los estándares. Sin esta capacidad, no podríamos ofrecer la calidad que exigen nuestros clientes”, explicó Eugenia.


Amiplast opera con una capacidad instalada de 1.200 toneladas mensuales, aunque actualmente funciona al 50% debido a la falta de insumos acordes a sus requerimientos. “Necesitamos al menos 8 toneladas de material homogéneo. Muchas veces lo que nos ofrecen como ‘muchísimo plástico’ termina siendo 60 kilos. Por eso promovemos convenios de circularidad con empresas, comercios y municipios.

Les damos capacitación y trazabilidad para trabajar juntos”, sostuvo.
Esa articulación permitió desarrollar proyectos de triple impacto junto a compañías como YPF, Vacalín, Nestlé, Sanicentro y Molino Campodónico. Con YPF, por ejemplo, reciclan su scrap y lo transforman en bobinas que luego se envían a una cooperativa que confecciona productos. Es un caso claro de triple impacto.


Además de la articulación con el sector privado, Amiplast mantiene vínculos con universidades y escuelas de la región. Pero incluso con esta red de cooperación, Eugenia advierte sobre los límites estructurales del sistema actual. “En Argentina, el pellet reciclado se vende por oferta y demanda. No hay incentivos. Si es más barato, lo compran. Si no, no. Hoy, el reciclado no tiene valor en sí mismo. Es más, el reciclado está más barato que nunca, vendemos mayor cantidad, pero no hay márgenes. El plástico virgen nos saca del mercado”.

Legislación, asignatura pendiente

A eso se suma la ausencia de una legislación que concientice y obligue a las empresas a utilizar un porcentaje de material reciclado en sus productos. “Tenemos que priorizar aquellos que contienen plástico reciclado”, insistió. En este punto, se refirió a los criterios ya adoptados por la Unión Europea. “Cuando compramos una silla, una bolsa o un producto plástico, deberíamos preguntar: ¿tiene plástico reciclado? ¿Cuánto? Según los estándares de la Unión Europea, un producto con al menos un 30% de contenido reciclado ya califica como tal”.


En paralelo, la falta de una ley de Responsabilidad Extendida del Productor (REP) -que obligue a las empresas a hacerse cargo del destino de los materiales que colocan en el mercado-, es un obstáculo evidente. “Hay muchos proyectos, pero no se aprueban. Mientras tanto, seguimos trabajando con el compromiso que heredamos de los fundadores de nuestra empresa: apostar por una economía circular real”, precisó.


La situación actual expone una paradoja: el reciclado tiene beneficios ambientales y sociales evidentes, pero no es competitivo en términos económicos sin un marco normativo que lo respalde. Sin legislación adecuada, las empresas recicladoras enfrentan una realidad difícil de sostener. A pesar de ofrecer pellets reciclados con una huella de carbono ocho veces menor que el plástico virgen y contar con certificaciones del INTI, CAIRPLA y trazabilidad completa, Amiplast compite en el mercado únicamente por precio.


En este sentido, Eugenia remarcó que el reciclaje no empieza en la planta procesadora, sino en el punto de generación del residuo. Por eso ofrece capacitaciones gratuitas a empresas para enseñarles a clasificar sus residuos en origen. “Falta mucho conocimiento sobre la cadena de valor del reciclaje que integran el recolector urbano, las cooperativas, la logística, la clasificación, el procesamiento… pasos necesarios para que ese residuo se convierta en materia prima para otra industria”.


En su visión, la transformación depende tanto del sector productivo como del consumidor. “Como consumidores, tenemos poder, podemos exigir”. Y deja un mensaje claro para quien aún ve al reciclaje como una moda pasajera porque “el plástico no tiene patas ni brazos. No va solo a matar a las ballenas. El problema no es el plástico, somos nosotros. Hay que dejar de hablar de ‘desplastificar’ el planeta y empezar a hablar de uso responsable y reciclaje. No podemos seguir esperando. Cada compra, cada acción, cuenta”.


A pesar de las adversidades, Eugenia mantiene una mirada propositiva y celebra que algunas empresas comienzan a venderles sus descartes. “Queremos que el reciclado deje de ser un acto voluntario y se convierta en una decisión política, económica y social”. En un país donde solo el 6% de los residuos urbanos se recicla y donde el plástico representa el 45% de los envases y embalajes, esa decisión es urgente.


La experiencia de Amiplast muestra que, con compromiso y visión a largo plazo, es posible construir una economía circular en Argentina. Pero para que eso suceda, el Estado debe dejar de mirar desde la tribuna. Sin educación y sin un marco regulatorio claro, este cambio será más lento de lo que requiere la salud del planeta.

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